Un enroque sin novedad: Quinodoz ya era de Romero y la interna del PJ sigue siendo puro maquillaje
La reciente asunción de Fernando Quinodoz en reemplazo de Enrique «Quique» Ríos en el Concejo Deliberante de Paraná fue presentada como un «acuerdo político» en la interna del PJ, pero lo cierto es que se trata de una jugada predecible que solo refuerza el esquema de clientelismo que caracteriza la gestión de Rosario Romero. Se intenta vender este movimiento como una recomposición de fuerzas y una muestra de unidad dentro del justicialismo entrerriano, pero en realidad no es más que una operación para consolidar el control del aparato municipal bajo el ala de la intendenta, mientras se oculta el verdadero motivo detrás de la salida de Ríos.
Desde el inicio de la gestión, Quinodoz ya respondía a Romero, por lo que su llegada al Concejo Deliberante no representa ninguna novedad. Se lo presenta como una concesión al massismo y a Adrián Fuertes, pero la realidad es que este enroque simplemente asegura la continuidad de la estructura de poder que maneja el municipio, donde las decisiones están centralizadas y las diferencias internas se manejan de manera cosmética.
Lo que se omite en la narrativa oficial es que Quique Ríos fue apartado no por un gesto de unidad, sino por problemas internos vinculados a Mariela Ponce, lo que terminó forzando su salida. Su nuevo rol como secretario de Desarrollo Social no es más que un premio consuelo, permitiéndole seguir manejando el clientelismo municipal desde otro ángulo. Desde allí, con el control de los programas sociales y la distribución de recursos, se garantiza la fidelidad de los sectores dependientes del aparato estatal, una estrategia ya clásica en el peronismo entrerriano.
La gestión de Rosario Romero, lejos de ser un proyecto innovador o transformador, se sostiene sobre estos mismos esquemas de reparto de favores y acuerdos de cúpulas que poco tienen que ver con las necesidades reales de los ciudadanos de Paraná. La llegada de Quinodoz al Concejo Deliberante es simplemente la confirmación de que nada ha cambiado: los mismos nombres, los mismos métodos y el mismo objetivo de perpetuarse en el poder a través del manejo discrecional de los recursos públicos.
Se intenta vender la idea de que el peronismo entrerriano está buscando una nueva unidad para las próximas elecciones legislativas, pero lo que realmente se observa es una reacomodación de piezas dentro de la misma estructura que ha venido gobernando con las mismas prácticas de siempre. Mientras tanto, la ciudad sigue enfrentando problemas de infraestructura, inseguridad y falta de transparencia en la gestión, cuestiones que la administración de Romero parece más interesada en maquillar que en resolver.
Lejos de ser un gesto de pacificación en la interna del PJ, este enroque demuestra que el oficialismo local sigue apostando al reparto de cargos y a la manipulación de la estructura municipal para mantener su control político. La pregunta que queda es hasta cuándo podrá sostenerse este esquema sin generar un desgaste irreversible en la gestión y en la credibilidad del partido ante el electorado.
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