1 DE MAYO.
HOY NO ES EL DÍA DEL TRABAJO.

Lo que se rememora cada 1ro de mayo, es la ejecución de un grupo de trabajadores en el contexto de una huelga general y las masivas movilizaciones que se produjeron en EEUU allá por 1886, a cuyas víctimas se las recuerda como “Mártires de Chicago”.
Aquellos trabajadores y trabajadoras, tenían una consigna sencilla pero contundente, reducir la jornada laboral de 12 a 8 horas diarias.
Por aquellos tiempos, la confrontación estaba muy clara, de un lado los trabajadores y del otro los patrones y el aparato represivo del estado, celoso garante de las relaciones capitalistas.
Por tal razón, el primero de mayo es el día de los trabajadores, no del trabajo, la diferencia en los términos no es una insignificante sutileza semántica, detrás de ellos, hay una concepción ideológico- sociológica muy clara y muy evidente.
Un patrón, el dueño de una fábrica o de una empresa, puede trabajar de sol a sol a la par de sus empleados, pero también puede no hacerlo, y continuará viviendo a costa de la apropiación del rédito que produce el trabajo ajeno.
La vida y la subsistencia del trabajador, en cambio, depende pura y exclusivamente del producto de su trabajo.
Mucha tinta ha corrido en los últimos años en relación a nuevas formas de relación económico-sociales , a punto tal que algunos sociólogos, economistas y especialistas en alguna de las Ciencias Sociales, han llegado a sostener que las categorías de análisis que aportaran Marx y los teóricos socialistas del siglo XIX , y las críticas del sistema capitalista ya no tenían vigencia, afirmando que los cambios tecnológicos, la globalización y las nuevas demandas de la sociedad habían modificado las relaciones laborales a punto tal que el viejo antagonismo, Burgués vs. Proletario, o Patrón vs. Trabajadores ya no se consideraría medular en el funcionamiento de nuestra sociedad.
Sin embargo no hay economista , cientista social o político, de esos que vaticinaban o vaticinan la pérdida de vigencia de las categorías antes mencionadas, que pueda explicar por qué el 80 % de las riquezas del mundo está concentrada en manos de un 10 % de la población, mientras el otro 90 % debemos resignarnos a vivir de las migajas.
Ninguno de esos teóricos puede explicar fenómenos como la súper explotación de los trabajadores en pleno siglo XXI, incluso en países desarrollados en los que se han aplicado o se pretenden aplicar leyes de flexibilización laboral. Ninguno de ellos puede explicar las razones profundas por las cuales los inmigrantes de países vecinos son tratados como esclavos en países como el nuestro, al solo efecto de reducir los costos de la mano de obra y aumentar las enormes ganancias de los capitalistas.
Sucede que la explicación, en términos generales, sigue siendo la misma que tan brillantemente expusiera Carlos Marx en el célebre Manifiesto de 1848: Un sector muy pequeño de la sociedad, poseedor de la propiedad privada de los grandes medios de producción (fábricas, empresas, latifundios, etc.) obtiene enormes beneficios a costa del esfuerzo y la explotación de otro sector , inmensamente mayoritario, que trabaja , en algunos casos de sol a sol, a cambio de un salario que consiste en una ínfima parte de aquello que produce con su esfuerzo físico y/o intelectual a lo largo de una jornada o un mes de trabajo.
La diferencia entre aquello que el trabajador o proletario recibe como salario y lo que en verdad produce con su esfuerzo, va a parar a manos del patrón, burgués o capitalista. Este producto al que Marx llamaba Plusvalía o valor plus del trabajo humano, sigue siendo, aún en un capitalismo con características diferentes a las del siglo XIX y XX, el motivo fundamental por el cuál un sector de la sociedad, puede acumular grandes cantidades de riquezas a expensas del resto.
Es lógico que un sistema económico tan injusto, basado en la explotación del hombre por el hombre y en la competencia despiadada de unos pocos por obtener mayores ganancias y ampliar sus mercados, no pueda menos que estar permanentemente en crisis.
La desocupación, las jornadas de trabajo de 12 o más horas, el trabajo en negro, la pérdida de los derechos más elementales de los trabajadores, no son más que la forma en la que los capitalistas transfieren esas crisis a los trabajadores, quienes irremediablemente se transforman en la variable de ajuste.
Esta perversa relación social, tiene su correlato en la distribución internacional del trabajo y las riquezas, a partir de la cual, unos pocos países, o mejor dicho la clase dominante de esos países, poseen la tecnología, el poder económico y el poder político que les permite imponerse sobre el resto de los países, quienes proveen la mano de obra barata, las riquezas naturales, e incluso, en los últimos tiempos, ponen en juego la salud y la habitabilidad de su ambiente, en pos de saciar los intereses de los poderosos.
Hoy, como en todos los primero de mayo, y en tanto continuemos viviendo en una sociedad basada en el antagonismo de clases, la consigna será la misma:
-¡Proletarios del mundo, uníos!
Y la tarea de los trabajadores unidos, será inequívoca, trasformar estas relaciones, para construir una sociedad más justa.

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