LA OXITOCINA VENCIÓ AL TELEFONO CELULAR:
El Flaco es un personaje sabio. Siempre con vivencias que el adorna con buenos comentarios. Por eso cuando lo vi venir, me preparé para escucharlo.
-Ayer a la tarde, Dr. Amigo, pude verificar que el cuerpo humano está preparado para luchar y vencer a la técnica, aún a la más avanzada, la que viene de las ciencias duras. Si, a lo que en su comienzo se llamó tecnología de punta. Más precisamente me estoy refiriendo al teléfono celular que ha revolucionado al mundo.
-Y como fue eso..
-Conocí hace diez días a una mujer total. De cerebro emotivo y racional y de cuerpo, con una figura aún no descripta por la geometría. Nos hicimos amigos y charlamos bastante, lo suficiente para analizar lo que ustedes los abogados llaman “las acciones privadas”.
-Artículo 19 de la Constitución Nacional…
-Muy bien profesor. No me quiero meter en su materia pero esa amplitud en la conversación terminó con mi propuesta aceptada de un encuentro en mi casa, el jueves a las 18 hs., lo que a los dos nos venía bien.
-Se realizó el encuentro…?
-Le cuento. Vino recién a las 18 y 10 y esos diez minutos de demora fueron mucho tiempo, tanto que cuando me invadía la desesperanza, sentí el timbre que me trajo a la realidad. Abrí de inmediato la puerta y la vi buscando afanosamente en su cartera su teléfono celular.
-Dejé el teléfono en el remís… ¡Que hago ahora!.
-Entrá por favor. Tomá el mío y llamá a tu celular y le pedís que te lo traiga, le dije creyendo en la bondad humana. Pero el teléfono sonó dos veces y se cortó. Ya tenía otro dueño. Se puso mal. Había perdido o le habían secuestrado una parte de su ser, de su actividad vital, la lista de sus pacientes, los teléfonos de sus distintos grupos en whashap, se sentía insegura por que no se podía comunicar con nadie, ni con su familia y casi le salieron lágrimas cuando recordó que había ingresado al celular las notas de sus alumnos. Me miró y me abrazó para hacer el duelo. Se cambiaba totalmente el objetivo del encuentro.
-La invitó a tomar un café…
-No. No! Las manos… doctor. Recordé en ese instante un verso de Miguel de Unamuno: “Me faltan fuerzas para andar, apoya/ tu mano en mi hombro y así, a su contacto,/ me volverán las fuerzas…”. Nos habíamos sentado en un sofá. Ella estaba desconsolada y acurrucada sobre mi y yo con mis manos le acariciaba el cabello. Y permanecimos unos minutos, que no se cuantos, pero en silencio. Y se produjo un milagro científico…, aunque yo creo que no fue eso…
-Un milagro científico…?
-Si, Dr, la Oxitocina. La medicina oriental desde hace muchos siglos sabe de su eficacia en momentos como los que habíamos acordado. Las caricias, la suavidad en el tacto, la protección y actos de igual naturaleza provocan que la hipófisis produzca esta hormona, la oxitocina, llamada la hormona del amor. Atrás y olvidado quedó el celular y su técnica moderna. La vencedora fue la oxitocina, esta hormona que vino con la primera mujer y el primer hombre, para cumplir el rol de perpetuar la especie.
Aquella noche corrí
El mejor de los caminos.
Montado en potra de nácar,
Sin bridas y sin estribos.
-García Lorca, no…?
-Si, García Lorca.
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